martes, 14 de agosto de 2018

Parménides exhorta a su lector a 'nutrir' su discurso


    ¿A quién va dedicado el poema de Parménides? Se puede inferir de su lectura que su autor quiere dedicar su escrito filosófico a una mente inquieta y limpia que no haya sido aún ocupada por doctrina alguna, para que reciba la suya de manera abierta y sin prejuicios.
   Veamos el asunto así: Supongamos que un joven inquieto y estudioso de Parménides ha recorrido una y otra vez la vía de sus versos, dirigiendo por esta vía una mirada precisa y un oído atento a su sonido, en un esfuerzo por entender bien su lacónico lenguaje. Y de pronto, la lectura que hace del Proemio la siente como relato propio, pues lo que Parménides narra en primera persona lo lee él también así. Advierte, sorprendido, que ambos, escritor y lector, narran al unísono. Pero observa: yo no narro libremente; Parménides me ha impuesto mi narración, una narración que no es muy clara; transito por ella un tanto a oscuras, encarnando la Noche. El que transita por la suya con claridad, encarnando el Día, es Parménides. En cierto momento de nuestro relato, referimos la llegada ante unas puertas de los caminos o caminares de la Noche y del Día. Cuando estas puertas se abren, él y yo las atravesamos, y Parménides termina su relato así: “por ahí, en fin, a través de ellas, derecho, fueron llevando las jóvenes carro y yeguas por el ancho camino”. Es decir, Parménides se aleja por la vía de la diosa Verdad, “que lleva al hombre que sabe”, como dice el v. 3, dejando atrás a su joven lector al amparo de otra diosa: la Musa parmenídea. Y ahora es solo este joven quien sigue narrando:       “Y una diosa me acogió con afecto, tomando mi mano derecha y hablándome así:
     ¡oh, joven, compañero de inmortales aurigas, que con las “yeguas” que te transportan alcanzas
      nuestra morada, alégrate, pues ningún hado funesto te envía a volver por esta vía (que está
      apartada del paso de los hombres), sino el derecho y la justicia!”

    [ Hay que advertir que esta doble narración proviene de una lectura alegórica del Proemio. En su lectura literal este ‘joven’ había ya captado que el joven a quien recibe una diosa con afecto es Parménides mismo, que es el único narrador en este caso.   Aquí, como en sucesivos pasajes de mi ponencia, no podía explayarme debido a que nos daban solo 20 minutos para leerla.] 

    Es, pues, a este joven lector a quien Ella, un poco después de su afable acogida, dirige la palabra, llamando enfáticamente su atención:

     ¡Vamos! Yo hablaré; tú, en tanto, nutre el discurso tras haber escuchado…

     ¡Nutre (= kómisai)! El verbo komídso tiene el sentido de criar, cuidar, atender, alimentar a un bebé para que crezca y se desarrolle. Aquí es un discurso lo que hay que alimentar para hacerlo crecer y extenderse. La Musa parmenídea exhorta, pues, a este joven a recorrer su divino discurso activamente, a no creer que va a recibir la doctrina de la Verdad en charola de plata para que la tome plácidamente sentado y luego la deje. No, él debe contribuir con su esfuerzo en la mutua labor de disponer el discurso. 
   La diosa, entonces, continúa: “¿Cuáles únicas (moûnai) vías de investigación son concebibles…?” Estamos aquí ante un verso (B2.2 en DK) de capital importancia. Me parece que solo si captamos lo que esta pregunta muy sutilmente sugiere, solo si la extendemos, podremos entender correctamente no nada más B2.3 y B2.5, sino también pasajes tan importantes como B6 y B8.42-49, como veremos. A esta labor puede ayudarnos el comienzo de B8, donde aparece también el adjetivo mónos (único). Ahí se lee:  “Queda aún un único discurso de la vía…” Esto supone que en algún pasaje anterior de esta vía que forman los versos del poema, se ha hablado de otros discursos que ya no quedan. De igual modo, en B2.2, la Musa parmenídea está suponiendo que frente a unas vías de investigación que son concebibles, hay otras que no lo son. Está insinuando que hay dos géneros de vías de investigación: por un lado, el de las vías que sigue, supuestamente, la doctrina verdadera, a la que ha llamado “La Verdad bien redonda”, y por otro, el de las que siguen las doctrinas de los mortales. Se me objetará, tal vez, que B2.3 y 5 hablan en femenino singular de “una vía” y de “otra”, debiendo hablar en plural si se trata, como digo, de géneros de vías. A esto respondo que Parménides, o su Musa, imita en esto a Hesíodo, que en Los trabajos y los días habla de sus dos géneros de Luchas también en singular: “Una, que podría alabar quien la concibe; la otra, reprobable…” y, que yo sepa, nadie se lo ha objetado. Ahora bien: en B2.3 Parménides se refiere a las vías del primer género, a las que son concebibles en cuanto tales, y en B2.5, a las del segundo, a las que no lo son, y que por ello no merecen el nombre de vías. Así se lee en B8.16-18: “está decidido, por cierto, como es necesario, abandonar esta impensable e innombrable (pues no es verdadera vía), y tomar esta otra, de modo que se mueva y sea verdadera”.    
   De lo anterior se infiere que podemos nutrir B2.3-6 así:

     “Una, que es verdadera vía y que no es posible que no sea, es camino de persuasión, pues la Verdad lo sigue.”
     “Otra, que no es verdadera vía, y que es necesario que no sea, esta, te lo indico, es un sendero del todo desconocido…”

   Veamos ahora cómo la existencia de vías de investigación a las que se refiere B2.5, las que no son verdaderas vías, nos permitirá entender fácilmente los primeros cuatro versos de B6. Ante todo hay que nutrir sus dos primeros versos, ya que en B6.1 b y 2 a parece haber elipsis. Saquémoslas a la luz: “Es necesario que decir y pensar lo ente, sea cierto, pues (esto) es posible que ocurra; pero (decir y pensar) la nada, no lo es; te exhorto a considerar estas cosas.” La diosa nos exhorta a considerar, a extender su dicho. Podemos considerar, por ejemplo, que se puede hablar de manera insensata de la nada: esto sí es posible que ocurra, pero decir y pensar la nada no lo es, pues “ni decible ni pensable es cómo no es”, según se lee en B8.8-9. En efecto: no se puede describir la nada, decir cómo no es. B6.3 continúa: “De esta primera vía de investigación te aparto”, es decir, de la vía que pretende decir y pensar la nada. “Y enseguida (B6.4-5), también de aquella que los mortales que nada saben han forjado (pláttontai), bicéfalos…” ¿A qué doctrinas de mortales alude nuestra Musa en estos dos versos? Esto nos lo aclara el pasaje de B8.6-14, donde se alude a dos tipos de doctrinas que tratan el mismo problema: el de la cosmogonía, que Parménides rechaza como falso problema, ya que en B8.6-7 a, después de presentar lo que es como ingénito e imperecedero, dice: “pues ¿qué génesis le buscarás?, ¿cómo y de dónde habría crecido?” Enseguida (B8.7b-11) se alude a la cosmogonía pitagórica, que pretende que el mundo creció de la nada (= del vacío). Esta es la “primera vía de investigación” (B6.3) de la que hay que apartarse. Se trata de una vía que no es vía, que no se mueve, pues, partiendo de la nada, no puede describirse ni explicarse nada. Luego (B8.12-14) se alude al tipo opuesto de cosmogonías, que también rechaza la diosa, diciendo: “Tampoco de lo que es permitirá la fuerza de la convicción que se genere algo a su lado…” Este grupo de doctrinas es el de las cosmogonías milesias, aquella vía de investigación de la que hay que apartarse también (B6.4), “la que los mortales que nada saben han forjado, bicéfalos”. No es esta una “vía” tan inexistente como la de los pitagóricos, pero ha sido forjada con torpeza (amejaníe) por hombres ciegos a lo que hacen y sordos a los alcances de lo que dicen; bicéfalos. Anaximandro, por ejemplo, con una cabeza inicia su camino pensando en la diversidad de las cosas, confiriéndoles así un ser particular que no tienen, “pues nunca se impondrá esto: que sean los no-entes”, como dice B7.1. Luego, al intentar explicar su existencia, estupefacto, retrocede y con su otra cabeza ve ahora el ser en lo Ápeiron divino y originario, de cuyo interior habría salido todo lo que existe, ”destruyéndose así su divina integridad, ¡oh, Anaximandro!” añadiría Parménides, criticándolo.
     
   Hasta aquí lo referente a las doctrinas de los mortales. Resta aún la referencia a la doctrina verdadera, a la Verdad bien redonda (B1.29), a las vías de investigación que sí son concebibles en cuanto tales, por las que el pensamiento avanza paso a paso sin retrocesos ni desviaciones. ¿Dedica Parménides un pasaje a la descripción de estas vías de investigación?
   B8.42 comienza diciendo: “después, pues hay un límite extremo…” ¿Se refiere esto a lo ente, o al discurso (mûthos) de B8.1? Veamos: todo discurso tiene un límite inicial y un límite extremo o final, un principio y un fin. Ahora bien: B8.42-49 es el último pasaje del discurso y pensamiento confiable en torno a la verdad, de modo que B8.42-a puede muy  bien significar, simplemente, “Después, para terminar…” Luego, en la frase siguiente, tetelesménon estí, me parece haber una clara alusión al tetelesménon eipón que aparece en el v. 3 del fragmento 34 de Jenófanes (incluso en la misma posición métrica). Es oportuno recordar aquí lo que éste dice:

    “Y en verdad ningún hombre vió ni habrá alguno que haya visto lo cierto en torno a lo divino y a todas las cosas de que hablo; pues incluso si acertara a decir lo mejor posible lo completo (tetelesménon), él mismo no lo sabría; ya que el conjeturar ha sido asignado a todos”.

   ¿Cómo reaccionaría Parménides ante semejante pasaje? Frunciendo el ceño, seguramente, pues es patente que estaría en completo desacuerdo con él. Para él, decir lo completo, esto es, la doctrina verdadera, equivale a saberlo. No se puede expresarla acertando por azar, con la mera conjetura, es decir, con algo sin sustento. En B8.42-49 Parménides nos habla del pensamiento (tò nóema) sustentado, que conforma la doctrina verdadera, y nos dice de él:

     “…es completo por doquier, semejante a la masa de una esfera bien redonda,              .    .
      desde el centro con igual fuerza a todas partes, pues ni algo más largo
45 ni algo más corto ha de presentarse por acá o por allá,
     ya que ni hay algo que no sea, que le impida llegar
     hasta lo igual, ni algo que, siendo a tal grado, esté siendo
     por acá fuerte y por allá débil, pues es todo inviolable;
     pues igual a sí mismo por doquier, se encuentra así también entre
                                                                                          los extremos”.

      La semejanza con la masa de una esfera bien redonda y la mención a su centro es una remembranza de B1.29, donde se habla del “corazón imperturbable de la Verdad bien redonda”, es decir, del principio irrefutable de la doctrina verdadera; Parménides no habla del pensamiento conjetural sin sustento de Jenófanes, sino del pensamiento que se sustenta en su punto de partida, en un pensamiento central e irrefutable que le permite avanzar “desde el centro con igual fuerza a todas partes”; a todas partes de la superficie de la esfera, recorriendo cada uno de sus radios, uno tras otro. Se trata de un movimiento mental, no ontológico. Cada uno de estos radios representa, metafóricamente, una vía de investigación de las que merecen el nombre de vía. Todas tienen la misma longitud, pues el pensamiento las recorre con el mismo impulso racional, ni mayor ni menor por una ni por otra, hasta alcanzar cada vez una verdad particular en la superficie de la “esfera”.

    Esto es, en fin, lo que este “joven” estudioso de Parménides ha entendido de su lacónico e insinuante lenguaje.
   Muchas gracias.